jueves, 17 de abril de 2008

La mujer que al amor no se asoma

El segundo capítulo del unitario de Pol-ka planteó los conflictos de las tres protagonistas con gran intensidad dramática.

TRES TRISTES TIPAS INES (MERCEDES MORAN), MIA (ANDREA PIETRA) Y DOLORES (NANCY DUPLAA) COMPARTEN EL ESTUDIO JURIDICO Y SU SOLEDAD ANTE LAS SORPRESAS QUE DA LA VIDA.

Momentos muy buenos tuvo el segundo capítulo de Socias (Canal 13, a las 22.15), el unitario de Pol-ka protagonizado por Mercedes Morán, Nancy Dupláa y Andrea Pietra. Los personajes femeninos empezaron a verse en acción y aparecieron así matices y rupturas debajo de la caricatura inicial, que permitieron a las protagonistas tomar distancia del estereotipo.

Y, aunque desde lo formal (una imagen impecable, muy atractiva) se mantuvo el ritmo y el tono de comedia, quedó claro que en esta fórmula el humor es un instrumento para agilizar diálogos (a veces de manera artificial) y plantear distancia irónica, pero el drama, verdadero sostén de la trama, tiene su peso específico.

El episodio arrancó con el descargo de Mía (Pietra) ante el tribunal por su exabrupto durante el juicio en el que desenmascaró a su ex marido (Federico D' Elía) y, en paralelo, su desembarco como flamante socia del estudio Asturias-Mollet. Tres ejes argumentales desarrolló el envío, que se resumen en un enunciado para cada una de las protagonistas: 1) "Tengo que recuperar mi autoestima... agrandándome las tetas" (Mía); 2) "Tengo clase para elegir a quién meto entre mis piernas" (Dolores); 3) "¿Pensás que tengo cáncer?" (Inés).

Mientras el conflicto de Mía aparece, hasta ahora, como el más previsible y blanco de todos los clichés de género imaginables (pelea a los gritos con la amante de su ex, obsesión por mejorar su imagen, somatizaciones, absurdas reflexiones acerca del tamaño, la textura, la fisonomía de sus lolas), su contrapunto es la historia de Dolores (Dupláa), la más excesiva pero, también por eso, la que tiene chances de ofrecer alguna sorpresa. Y fue eso lo que ocurrió, de hecho, en este capítulo, en el que el personaje se corrió de su esquematismo para ofrecer un costado dramático de gran intensidad.

Dolores fue la que llevó adelante el caso judicial del día, una demanda por abuso sexual en la que ella defendía al acusado, supuestamente inocente. Su inocultable desprecio por la vulnerabilidad del "sexo débil" le jugó una mala pasada, y terminó cayendo ella misma en la trampa de la supuesta víctima que resultó victimario. "Siempre supiste que no era inocente, vos sos igual que yo", le revela el abusador, libre de culpa y cargo, en medio de un violento encuentro sexual que ella misma propició.

Humillada, avergonzada y borracha, Dolores vuelve a su casa, y se encuentra con Mariano (Gonzalo Heredia), el abogado a quien empujó a abandonar el estudio (y a abandonarla) después de sus reiterados desplantes y maltratos. "Soy mala mina, ayudé a un psicópata violador a salir de la cárcel, fallé, soy despreciable", le confiesa quebrada, mostrando su fragilidad por primera vez.

Mientras tanto, Inés (Morán) atiende dos frentes: por un lado, la hija (Vanesa González) que acaba de hacerse un piercing en la lengua y la amenaza con irse a vivir con el padre; y, por el otro, un reencuentro no planeado con un amor de juventud (Martín Seefeld), el cirujano que
termina siendo quien le detecte un bulto en el pecho trayendo a su vida la amenaza del cáncer.

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